Hola a todos los mascachapas lectores de este mugriento y apestoso blog. Hoy es un día de resaca. Ayer estuve metiéndome copazos de ron con el Richal y acabé un poco perjudicado. Por supuesto en la vuelta a casa me dormí de nuevo en el transporte público y se me pasó mi parada, cuya consecuencia final fue un pequeño paseo de media hora hasta que logré llegar a mi morada. Nada fuera de lo normal teniendo en cuenta mi total habituación a estas situaciones. Y dado que ahora poseo mucho tiempo libre (infundiéndome este hecho una felicidad absoluta) voy a continuar el espeluznante relato de MGALD. Activad por favor todos vuestros sentidos, porque esto continúa ahora:
Muy bien, la situación era la siguiente: yo, dos espantosas Uruk-Ñús y un solo despacho. Yo estaba maldiciendo al destino por darme tal condena. Pero Ultra-Yan es más poderoso que cualquier elemento ya sea terráqueo o intergaláctico. Nunca se da por vencido y ante la adversidad se crece de forma totalmente exponencial. Así que comencé a prepararme ocularmente para acostumbrarme a ver seres monstruosos y aberrantes de forma diaria, de modo que su disforme y horrendo aspecto no me pudiera amedrentar en un eventual combate.
Con el paso de los días los Uruk-Ñús comenzaron a interactuar. Por supuesto, el tema de conversación era siempre la manutención: gofres, bollos, pasteles, sirope de chocolate, lasaña, leberkäse (comida mítica bávara abajo en la foto expuesta), y un largo etcétera de alimentos siempre y cuando posean un contenido calórico descomunal.
Muy bien, la situación era la siguiente: yo, dos espantosas Uruk-Ñús y un solo despacho. Yo estaba maldiciendo al destino por darme tal condena. Pero Ultra-Yan es más poderoso que cualquier elemento ya sea terráqueo o intergaláctico. Nunca se da por vencido y ante la adversidad se crece de forma totalmente exponencial. Así que comencé a prepararme ocularmente para acostumbrarme a ver seres monstruosos y aberrantes de forma diaria, de modo que su disforme y horrendo aspecto no me pudiera amedrentar en un eventual combate.
Con el paso de los días los Uruk-Ñús comenzaron a interactuar. Por supuesto, el tema de conversación era siempre la manutención: gofres, bollos, pasteles, sirope de chocolate, lasaña, leberkäse (comida mítica bávara abajo en la foto expuesta), y un largo etcétera de alimentos siempre y cuando posean un contenido calórico descomunal.
Sin embargo, a pesar de que La Mega-Delineante estaba evolutivamente mejor preparada para el combate (gracias a su aspecto físico digievolucionado aún más aterrador), su comportamiento era más bien distinto: no hacía más que comer. Y es que no paraba de comer, comía a todas horas. De hecho no hacía pausa para la comida, ¿para qué iba a parar? si ya estaba comiendo de forma continuada.
Yo veía con total asombro su capacidad de ingestión. Era algo brutal, debía tener un estómago del tamaño de Júpiter. Y su sistema digestivo tendría que ser megapotente, con unos jugos gástricos capaces de digerir hasta lingotes de praseodimio. De hecho, observando a las Uruk-Ñús, comencé a estudiar un posible ataque uruk-ñuíno al cual catalogué como "El Vómito Destructor". Éste consistiría en lo siguiente:
- El primer paso es ingerir todo tipo de alimentos mezclados con heces de animales, metales pesados y residuos radiactivos. Esta etapa tiene una duración variada (puede tardar entre unos minutos y varias horas), dependiendo de la potencia del vómito que se quiera conseguir.
- El segundo paso consiste en beber varios litros de lejía, aguarrás y sosa cáustica. Los porcentajes de la mezcla también son variables, según requiera la situación de combate. Una variante de este ataque es mezclarlo a su vez con queroseno ó, en su defecto, Gasolina Super 97 Octanos, para obtener un efecto lanzallamas.
- El tercer paso es dejar reposar las sustancias ingeridas durante breves instantes haciendo a su vez un ligero movimiento de vaivén con la panza (similar a los movimientos que haría una niña jugando con un hula-hoop). De esta forma la mezcla va ligando en el estómago formando una sustancia corrosiva y altamente tóxica.
- El cuarto y último paso consistiría en la ingestión de 37 litros de Coca-Cola e inmediatamente después 16 paquetes de Mentos. Tras esto la Uruk-Ñú apuntaría al objetivo y en breves segundos lanzaría "El Vómito Destructor". En el caso de que la Uruk-Ñú hubiera escogido la variante con queroseno, antes de lanzar "El Vómito Destructor" cogería aire y echaría "El Eructo de la Aniquilación", consistente en vientos fétidos huracanados salidos de sus fauces a más de 179 km/s que, en combinación con una chispa, generarían el (ya expuesto anteriormente) efecto lanzallamas.
"El Vómito Destructor" tiene un alcance de más de 98 m. Éste es proyectado con un caudal de 230 m3/s y una virulencia tan brutal que es capaz de reventar tanques de guerra o cualquier tipo de puerta blindada. Además, gracias a la mezcla corrosiva del que se compone disuelve y liquida todo lo que se encuentra a su paso. Y, aparte de todo esto, después de destruir al objetivo deja un nauseabundo rastro de pestilencia e insalubridad quedando la zona infectada de residuos urukñuínos, imposibilitando la llegada de refuerzos militares e incluso la repoblación vital durante años del sector.
La situación estaba siendo crítica. Había dos hambrientas Uruk-Ñús en mi despacho que no paraban de zampar, generando vómito para lo que sería la batalla del siglo. Era necesario un plan, y para ello mi cerebro se puso en marcha. Mientras estas primitivas criaturas usaban técnicas de combate rudimentarias yo, experto en el arte de la guerra y ya curtido en mil y una batallas, usaba mi infinitamente superior inteligencia para lograr la victoria. ¿Quién de ambos vencerá? ¿La fuerza bruta o poder del intelecto? ¡¡¡En el próximo capítulo se desvelará!!!
Yo veía con total asombro su capacidad de ingestión. Era algo brutal, debía tener un estómago del tamaño de Júpiter. Y su sistema digestivo tendría que ser megapotente, con unos jugos gástricos capaces de digerir hasta lingotes de praseodimio. De hecho, observando a las Uruk-Ñús, comencé a estudiar un posible ataque uruk-ñuíno al cual catalogué como "El Vómito Destructor". Éste consistiría en lo siguiente:
- El primer paso es ingerir todo tipo de alimentos mezclados con heces de animales, metales pesados y residuos radiactivos. Esta etapa tiene una duración variada (puede tardar entre unos minutos y varias horas), dependiendo de la potencia del vómito que se quiera conseguir.
- El segundo paso consiste en beber varios litros de lejía, aguarrás y sosa cáustica. Los porcentajes de la mezcla también son variables, según requiera la situación de combate. Una variante de este ataque es mezclarlo a su vez con queroseno ó, en su defecto, Gasolina Super 97 Octanos, para obtener un efecto lanzallamas.
- El tercer paso es dejar reposar las sustancias ingeridas durante breves instantes haciendo a su vez un ligero movimiento de vaivén con la panza (similar a los movimientos que haría una niña jugando con un hula-hoop). De esta forma la mezcla va ligando en el estómago formando una sustancia corrosiva y altamente tóxica.
- El cuarto y último paso consistiría en la ingestión de 37 litros de Coca-Cola e inmediatamente después 16 paquetes de Mentos. Tras esto la Uruk-Ñú apuntaría al objetivo y en breves segundos lanzaría "El Vómito Destructor". En el caso de que la Uruk-Ñú hubiera escogido la variante con queroseno, antes de lanzar "El Vómito Destructor" cogería aire y echaría "El Eructo de la Aniquilación", consistente en vientos fétidos huracanados salidos de sus fauces a más de 179 km/s que, en combinación con una chispa, generarían el (ya expuesto anteriormente) efecto lanzallamas.
"El Vómito Destructor" tiene un alcance de más de 98 m. Éste es proyectado con un caudal de 230 m3/s y una virulencia tan brutal que es capaz de reventar tanques de guerra o cualquier tipo de puerta blindada. Además, gracias a la mezcla corrosiva del que se compone disuelve y liquida todo lo que se encuentra a su paso. Y, aparte de todo esto, después de destruir al objetivo deja un nauseabundo rastro de pestilencia e insalubridad quedando la zona infectada de residuos urukñuínos, imposibilitando la llegada de refuerzos militares e incluso la repoblación vital durante años del sector.
La situación estaba siendo crítica. Había dos hambrientas Uruk-Ñús en mi despacho que no paraban de zampar, generando vómito para lo que sería la batalla del siglo. Era necesario un plan, y para ello mi cerebro se puso en marcha. Mientras estas primitivas criaturas usaban técnicas de combate rudimentarias yo, experto en el arte de la guerra y ya curtido en mil y una batallas, usaba mi infinitamente superior inteligencia para lograr la victoria. ¿Quién de ambos vencerá? ¿La fuerza bruta o poder del intelecto? ¡¡¡En el próximo capítulo se desvelará!!!
Continuará...
Muy bien queridos contertulianos, como habréis comprobado al final se me ha pirado de nuevo la pinza y no he escrito más que absurdeces y polladas sin avanzar en lo que es la historia. Pero no os preocupéis porque en los próximos días le meteré un poco de caña al asunto para que el relato vaya un poco más rápido. Sólo os pido un poco de paciencia y sobre todo mucha atención porque cualquier día puede caer otra nueva entrada. Me despido de todos ustedes por hoy. Servus.